A mi eterno Hechicero.
Muchas son las madrugadas compartidas sin pedir más que tu risa, esa que me hacia caer en picado sin miedo a estrellarme, quise cuidarte con mimo y sigilo desde el primer día, el cual, sentada en tus rodillas me leíste la cartilla y con un besito, gritando tu nombre me alejaba. Hoy no paro de mirar y regocijarme en el mar, buscando explicaciones del por que pasan las cosas, sabiendo a su vez que éstas no tienen respuesta. Una piedrita se ha metido en tu zapato ajado, una piedrita que incordia el dedo gordo de tu pie izquierdo. Gracias mil veces y una más por tantas borracheras junto a ti, Gracias mil veces y una más por estar.
Lluvia.
Lluvia.
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